En un mundo que cada vez demanda más de nosotros, las madres tenemos un rol especial que trasciende lo cotidiano para convertirse en el corazón de la familia. 

Para nosotras, las madres, el reto es grande, la responsabilidad es alta y la meta aún más: Los hijos son almas que Dios nos presta para que los amemos, guíemos y formemos para ser buenas personas, ciudadanos e hijos de Dios. Que nuestros hijos sean felices y lleguen al cielo es la meta o al menos, es mi meta.  

Cada día tiene su afán (o, mejor dicho, 1000 afanes) que pueden lograr que muchas veces perdamos la paciencia, el temperamento y el rumbo, pero hay una solución para eso. Regresar a María, regresar a Jesús.  

María es madre y no solo de Dios, sino también de todas nosotras y que mejor apoyo que ella, que conoce la labor de maternar: el amor incondicional, María la maestra y discípula, María la humilde, la sencilla, María que, con un solo gesto de amor, sin palabras, conoce lo que las mamás amamos, aspiramos, ansiamos y nuestros momentos de dificultad.  

La maternidad, es una oportunidad de ORO para acercarnos a Ella, nuestra Buena Madre y cada día tratar de imitar sus virtudes, ¿Se equivocó? ¡Seguramente! Pero al igual que nosotras María debió haber recorrido ese camino de aprendizaje, ese camino de amor que nos santifica, ese camino de madres.  

Inspiradas en la figura de María, madre de Jesús, las madres de hoy podemos encontrar un ejemplo de amor, fortaleza y entrega que ilumine nuestro camino. 

María: Modelo de Madre y Discípula 

María, en las enseñanzas de Marcelino Champagnat y los Maristas, se presenta no solo como la madre de Jesús sino como un modelo de discípula perfecta de Cristo. Su vida es un reflejo de humildad, sencillez y modestia, virtudes que toda madre puede aspirar a incorporar en su vida diaria. 

1. Amor y entrega total

Desde la Anunciación, María aceptó con fe su misión, entregando su vida al servicio de una causa mayor. De ella, las madres podemos aprender a abrazar con amor y confianza los desafíos de la maternidad, dedicando nuestras vidas al bienestar y crecimiento de nuestros hijos y nuestra familia. 

2. La Humildad y la sencillez

María vivió una vida marcada por la humildad y la sencillez, enseñándonos que en la simplicidad se encuentra la verdadera grandeza. Las madres podemos encontrar en su ejemplo una forma de vivir auténtica, manteniendo relaciones honestas y cariñosas con nuestros hijos y familiares. 

Fortaleza en momentos difíciles

Al pie de la cruz, María mostró una fortaleza inquebrantable. Las madres modernas, frente a las adversidades, podemos mirar a María como un faro de esperanza y resistencia, manteniendo la fe y el amor incluso en los momentos más oscuros, tal como ella lo hizo, a los pies de la Santa Cruz.  

Una presencia inspiradora y formativa

María fue una presencia constante y formativa en la vida de Jesús, guiándolo con discreción y respeto. De igual manera, las madres somos las primeras maestras de nuestros hijos, formando con su ejemplo diario las bases del carácter y la espiritualidad de nuestros pequeños. 

Discípula y Maestra

María, en su camino con Cristo, fue tanto discípula como maestra. Las madres nos vemos reflejadas en esta dualidad, aprendiendo continuamente de la vida mientras enseñamos a nuestros hijos las lecciones más valiosas. 

Construyendo una Familia en el Espíritu de María

La espiritualidad mariana que Marcelino Champagnat nos legó tiene un carácter profundamente familiar y comunitario. Las madres, en el corazón de sus hogares, debemos aspirar a crear un ambiente donde se viva según el corazón de María: 

• Acogedor y misericordioso: Inspiradas en María, podemos hacer de nuestro hogar un refugio de amor, paz y misericordia, donde cada miembro se sienta seguro y valorado. 

• Educativo y formativo: Al igual que María educó a Jesús, las madres tenemos la tarea de formar a sus hijos no solo en conocimientos sino en valores y virtudes. 

• Servicial y humilde: Siguiendo el ejemplo de María, las madres debemos enseñar a sus hijos el valor del servicio y la humildad, haciendo el bien sin esperar reconocimiento. 

• Faro de esperanza: En un mundo turbulento, las madres, inspiradas en María, podemos ser faros de esperanza, mostrando con nuestra vida que el amor y la fe pueden superar cualquier adversidad. 

Conclusión: Un Camino de Amor y Esperanza 

Ser madre es una vocación que va más allá de lo biológico o lo cotidiano; es un llamado a ser ejemplo, guía y luz para los hijos. Inspiradas en María, las madres de hoy estamos llamadas a vivir una vida de entrega, amor y fe, siendo reflejo de esas virtudes marianas que Marcelino Champagnat tanto admiraba. En este Día de las Madres, celebremos y aspiremos a ser como María: un ejemplo vivo de amor maternal. 

¡Feliz Día de las Madres! Que el ejemplo de María inspire y guíe cada paso en el camino de la maternidad.