Testamento espiritual de San Marcelino Champagnat: una invitación a vivir la espiritualidad marista hoy

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Redacción provincial

En una tranquila mañana de mayo de 1840, San Marcelino Champagnat, desde el Hermitage, dejó plasmadas sus últimas palabras, no como un cierre, sino como un inicio. Esas palabras no fueron solo para los Hermanos Maristas de su tiempo, sino para todos los que abrazarían su carisma y misión en generaciones futuras. Hoy, su testamento espiritual es más que un texto histórico; es una invitación viva a encarnar la espiritualidad marista en un mundo que clama por esperanza y luz.

Un legado que sigue transformando vidas

Marcelino soñaba con una familia unida por el amor y el servicio. Para él, la espiritualidad no era una teoría abstracta, sino un camino concreto de vida. Sus palabras: “Amaos unos a otros como Cristo os ha amado”, resonaron como un eco de las primeras comunidades cristianas.

Ser marista hoy significa responder a ese llamado con autenticidad. Implica abrir el corazón y las manos al servicio de los demás, especialmente de los niños y jóvenes más vulnerables. Es convertir cada gesto cotidiano en un reflejo de la ternura y el amor de Dios.

Obediencia, humildad y sencillez: claves de una espiritualidad auténtica

Marcelino veía en la obediencia no una renuncia, sino una confianza plena en los designios de Dios. Vivir la obediencia marista es abrazar la misión, aceptando que nuestro papel en este mundo es ser instrumentos de amor y paz.

La humildad y la sencillez, tan arraigadas en el carisma marista, nos llaman a vivir con el corazón abierto. En un mundo que a menudo exalta el ego y la competencia, el marista elige la vía del servicio y la entrega silenciosa. Como Marcelino escribió: “Constituyan siempre la humildad y sencillez el carácter distintivo de los Hermanitos de María.”

María, modelo de amor y entrega

En cada rincón del testamento de Marcelino, se siente el latir del amor por María. Para él, María no era solo un símbolo de devoción, sino la guía que inspira cada acción marista.

Vivir la espiritualidad marista hoy es caminar de la mano de María, dejándonos inspirar por su fe y su valentía. Es hacerla amar en cada espacio donde nuestra misión nos lleve, mostrando con hechos su ternura y cuidado hacia los más necesitados.

La espiritualidad marista en la vida cotidiana

¿Cómo podemos, como maristas, vivir este legado en un mundo tan diferente al de Marcelino? Su mensaje sigue siendo relevante porque apunta al corazón humano, a nuestras relaciones y a nuestra capacidad de amar y transformar.

  • En la educación: Cada clase, cada conversación con un alumno, es una oportunidad para reflejar los valores de fe, esperanza y amor que Marcelino soñó.
  • En la comunidad: La espiritualidad marista se vive en el compartir diario, en el trabajo colaborativo y en el cuidado mutuo, recordando que somos una sola familia.
  • En el servicio: Ser marista es estar atento a las necesidades de los demás, especialmente de aquellos que más sufren, respondiendo con creatividad y generosidad.

Un camino de fe, esperanza y transformación

El testamento de Marcelino no es una despedida, sino una invitación a caminar juntos. Nos recuerda que la espiritualidad no se queda en las palabras, sino que se vive en las acciones: en cada niño que recibe educación, en cada joven que encuentra esperanza, en cada comunidad que florece gracias al amor compartido.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita la luz del carisma marista. Necesita testigos de fe que, como Marcelino, crean en la transformación desde el amor y la sencillez.

¿Estamos listos para responder a esta llamada? Que cada paso que demos, cada palabra que pronunciemos y cada acción que realicemos sean un eco del deseo de Marcelino: “Que la gloria de Dios y el honor de María sean vuestro único fin y vuestra sola ambición.”

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