Navidad: el misterio del nacimiento del Salvador
Oficina de comunicaciones
Redacción provincial
La Navidad nos devuelve, con asombro y ternura, la noticia más grande: el Dios infinito ha querido hacerse cercano; el Verbo asumió nuestra carne y nació como un niño. Ese misterio no es una idea abstracta: es un acontecimiento que toca nuestra vida y cambia la forma en que miramos la realidad. Al contemplar el pesebre, reconocemos que la grandeza divina se revela en la humildad y que la esperanza se hace visible en un rostro frágil y humano.
Celebrar el nacimiento de Jesús significa acoger que Dios mismo entra en nuestra historia para salvarla. Es recibir la certeza de que no estamos solos; que la paz y la alegría auténticas vienen de un Amor que no impone, sino que acompaña. Desde nuestra identidad marista, este misterio nos invita a la sencillez, la presencia y el cuidado por los pequeños. La pedagogía del amor se hace visible cuando nos acercamos con ternura a los que más necesitan.
Para que el misterio sea experiencia en el hogar y en la comunidad proponemos prácticas sencillas: reservar un momento para contemplar el pesebre y leer el pasaje del nacimiento; vivir la celebración como acto de presencia compartida; acoger a quienes están solos con una invitación o una visita; priorizar la reconciliación, pidiendo y ofreciendo perdón; e involucrar a los jóvenes en gestos de acompañamiento que permanezcan más allá de la fecha.
Recordamos también la brújula que nos dio San Marcelino: “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar.” Que esa orientación inspire nuestras iniciativas y que la ternura del belén nos impulse a reconocer la dignidad de cada persona, a acompañar con sencillez y a transformar lo cotidiano en gesto de esperanza. Que esta Navidad nos encuentre disponibles para recibir al Salvador y dispuestos a dejar que su presencia transforme nuestras palabras, nuestros silencios y nuestras acciones.