Evaluación psicoeducativa como herramienta de acompañamiento emocional
Pamela Hernández
Psicologa educativa COESMAR
En la vida escolar, hay señales que pueden hablarnos más fuerte que cualquier calificación. A veces es el niño que antes participaba con entusiasmo y ahora permanece en silencio; la adolescente que se aparta de su grupo de amigas; o el estudiante que, de un día para otro, comienza a entregar sus trabajos tarde o incompletos.
Es fácil pensar que “son cosas de la edad” o que “ya se le pasará”. Sin embargo, en muchas ocasiones, estos cambios de comportamiento son señales de alerta que nos invitan a mirar más de cerca. Pueden ser reflejo de preocupaciones familiares, ansiedad, conflictos con compañeros o, incluso, de dificultades de aprendizaje o una pérdida de motivación escolar.
En la comunidad marista creemos que educar es acompañar, y para acompañar de verdad debemos mirar más allá de lo evidente. La evaluación, entendida de forma integral, no se limita a medir conocimientos: es una herramienta para comprender cómo está la persona en lo académico, en lo emocional y en lo social.
Por ejemplo, una buena evaluación puede revelar que un bajo rendimiento en matemáticas no se debe a falta de capacidad, sino a inseguridad personal o a una situación de estrés en casa. O que un alumno retraído en clase tiene grandes ideas, pero no encuentra un espacio seguro para expresarlas.
Las evaluaciones especializadas, como las que ofrece COESMAR (Centro de Orientación y Evaluación Psicoeducativa Marista), permiten identificar estas realidades con precisión, brindando información valiosa para que familias, docentes y comunidad escolar puedan actuar a tiempo.
Qué podemos hacer desde cada trinchera:
- Padres y madres: Observar con atención cambios de conducta, promover el diálogo abierto y buscar apoyo cuando algo no parezca normal.
- Docentes: Registrar no solo el desempeño académico, sino también actitudes y reacciones, para tener una visión más completa del estudiante.
- Comunidad escolar: Crear entornos de confianza donde los niños y jóvenes sientan que pueden compartir lo que les preocupa sin miedo a ser juzgados.
Cuando todos nos involucramos —familia, escuela y comunidad—, la evaluación deja de ser un trámite administrativo y se convierte en un puente que nos une para proteger, acompañar y potenciar el desarrollo integral de cada persona.
Educar con sentido marista significa prevenir, acompañar y transformar. Y cuando usamos herramientas como las evaluaciones de COESMAR, no solo ayudamos a nuestros niños y jóvenes a aprender mejor, sino también a vivir mejor.
Conoce métodos de evaluación que integran lo académico y lo emocional visitando la página oficial.