Marcelino Sembrador de futuro

Marcelino Champagnat, hijo de Juan Bautista Champagnat y María Teresa Chirat.

Cuando Marcelino era solo un niño, sufrió diversas experiencias que, lejos de hacerle perder la fe en la humanidad, fueron acrecentando en su corazón, el amor por el prójimo, por los desfavorecidos y, sobre todo, por los niños.

De joven hizo la promesa de “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar” entre los niños y jóvenes, luego, afrontando otras realidades, fue tomando como herramienta para lograr su objetivo: la educación de los niños. De esta manera, y sin pensarlo, logró hacer que ese fruto fuera floreciendo en las diferentes obras que continuaron su carisma.

Marcelino, ha sido, sin lugar a dudas, un ejemplo de bondad, entrega y servicio, como el modelo de Jesús; entregado en los brazos de María, y ofreciendo a ella, cada uno de sus pasos.

Hoy en día son 79 países los que cuentan con presencia marista en diferentes obras orientadas por este mismo objetivo, guiadas por el amor de María y bajo la guía de más de dos mil hermanos maristas distribuidos por el mundo.

A pesar de no estar físicamente presente, Marcelino, sigue animando los corazones de hermanos y laicos comprometidos con la formación, educación, y bienestar del presente y futuro de los niños y jóvenes que forman parte de las obras maristas, y también de aquellas otras a las cuales ha logrado llegar su carisma. Ha sembrado esa semilla en los corazones de las personas que hemos creído fervientemente en su promesa y en su sueño de promulgar el amor de Dios entre los niños y jóvenes, de velar por las familias, el hogar y el amor que él mismo entregó a quienes le conocieron.

Como maristas de Champagnat, hoy más que nunca, nos sentimos comprometidos con la realidad de cada una de las obras en las cuales estamos afiliados, comprometidos con nuestros niños/as y jóvenes, con el cuido de su integridad, salud emocional, educación y sobre todo con su futuro. Ya que son los adultos que guiarán nuestra sociedad muy pronto, queremos dejar en ellos esa huella y ese carisma marista que nos hace vibrar y sentir la necesidad de hacer grandes cosas por la sociedad en que vivimos.

Marcelino, sembró en nosotros una semilla, una pasión, un carisma y, sobre todo, la devoción a María y las experiencias que cosechamos con los niños y jóvenes, nos motivan para seguir adelante y continuar nosotros… sembrando futuro.

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