Hermano Lorenzo Audras: Vida, Legado y Ejemplaridad

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América Central

El 4 de mayo de 1773, en el Caserío del Péorey, La Valla, nacía Juan Claudio Audras. Más tarde, su vida religiosa lo llevaría a ser conocido como el Hermano Lorenzo Audras. Su familia, quizá nunca imaginó el profundo legado que Lorenzo dejaría en la catequesis.

El 11 de octubre de 1826, Lorenzo tomó la trascendental decisión de pronunciar sus votos perpetuos. Aunque no hay muchos registros escritos sobre él, los disponibles revelan a un hombre íntegro, cuyo corazón ardía por la enseñanza religiosa, especialmente de los niños. Su emblemática frase, “Solo necesito un catecismo y una campanilla”, resume su pasión y misión.

Lorenzo tenía un foco especial en llevar el catecismo a aquellos que vivían en condiciones desfavorables. Esta vocación no pasó desapercibida para el Padre Champagnat, el visionario fundador de los Hermanos Maristas. El padre, ponderando el importante trabajo de catequesis, decía: “el enorme bien que estaban llamados a realizar”.

Dentro de la comunidad, ser seleccionado para catequizar en las aldeas era visto como un honor y una responsabilidad divina. El desafío en Bessac era titánico: un lugar remoto, con condiciones climáticas extremas y una comunidad que carecía de orientación religiosa. Sin embargo, según relatos del Hermano Juan Bautista, “El talante del H. Lorenzo Audras fue el celo por la instrucción y santificación de los niños. Ese celo era en él pasión auténtica, o más bien, virtud noble que no le permitía un momento de reposo.” (Biografías, p. 44).

A pesar de los retos, Lorenzo jamás vio su labor como un sacrificio. Esta perspectiva positiva y entregada se evidencia en su interacción con el Padre Champagnat, donde expresaba: “- Tan contento, Padre, que no cambiaría mi empleo por nada del mundo.”

Más allá de Bessac, Lorenzo también dejó huella en Tarentaise en 1822. A pesar de las condiciones precarias, su fervor y dedicación permanecieron inalterables. Su legado no solo se encuentra en sus acciones, sino también en sus palabras, inspirando a futuras generaciones a continuar su misión con el mismo compromiso y amor.

Hoy, como maristas del siglo XXI, se nos invita a tomar el testigo y seguir el camino trazado por el Hermano Lorenzo. Como bien dijo el Hermano Francisco Rivat: “Pidamos a Dios que el espíritu de estos buenos Hermanos viva y se perpetúe entre nosotros”, recordando siempre su legado y compromiso.

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