Mirando más allá del calendario: sembrar esperanza en lo cotidiano
Oficina de comunicaciones
Redacción provincial
En esta época del año, cuando nos acercamos a los últimos meses y comenzamos a prepararnos para cerrar un ciclo, surge de manera natural la necesidad de detenernos un momento. La vida diaria, con su ritmo acelerado y sus múltiples exigencias, a veces nos hace olvidar que el tiempo también es un regalo que merece ser contemplado. Hacer una pausa para reflexionar no solo nos permite reconocer lo vivido, sino también proyectarnos hacia una vida más plena y feliz.
La espiritualidad marista nos recuerda que mirar más allá no significa únicamente pensar en lo que vendrá, sino descubrir en lo cotidiano los signos de esperanza que Dios va sembrando en silencio. San Marcelino Champagnat lo entendió bien: cada gesto, por pequeño que fuera, podía convertirse en semilla de transformación. Su mirada fue siempre una mirada confiada, capaz de ver más allá de la dificultad y descubrir en ella una oportunidad para amar y servir.
Retomar los valores de “Mirar más allá” es volver a lo esencial: vivir con fe, actuar con coherencia y cultivar la esperanza. Al mirar más allá del calendario, de la rutina o de los problemas inmediatos, descubrimos que cada paso tiene sentido y que nuestra misión se enraíza en algo más grande que nosotros mismos.
Este es el momento ideal para retomar los valores que nos hacen crecer: la gratitud que nos ayuda a reconocer los frutos ya alcanzados; la confianza que nos abre a los desafíos aún por venir; y la esperanza que nos impulsa a sembrar incluso cuando no vemos resultados inmediatos.
Al acercarnos al final de un año, es fácil quedarnos solo con balances y resultados. Sin embargo, la reflexión cristiana nos recuerda que lo importante no es cuánto hemos logrado, sino cuánto hemos amado y acompañado a otros en el camino. La pedagogía marista de la presencia nos enseña que la vida se transforma a través de gestos pequeños: una palabra de aliento, una sonrisa compartida, una escucha atenta. Allí está la plenitud de la vida marista: en descubrir que lo esencial se juega en lo simple, pero con un impacto eterno.
Mirar más allá del calendario no significa evadir la realidad, sino contemplarla con una perspectiva distinta: la de la fe y la esperanza. Como familia marista, estamos llamados a retomar fuerzas, a valorar lo recorrido y a proyectarnos con ilusión hacia lo que vendrá. San Marcelino nos dejó un legado claro: nunca desanimarse, aun en medio de las dificultades. Su vida nos enseña que, cuando educamos, acompañamos y servimos desde el corazón, el futuro siempre se abre lleno de posibilidades.
Que este tiempo de preparación sea una oportunidad para mirar más allá, descubrir lo esencial, retomar los valores y sembrar esperanza en lo cotidiano. La espiritualidad marista, vivida desde la gratitud, la confianza y la fraternidad, nos anima a construir una vida más plena y feliz.