La familia, primera escuela de valores maristas
Oficina de comunicaciones
Redacción provincial

Queridas familias maristas:
Cuando pensamos en la misión que Dios confía a cada padre y madre, recordamos siempre las palabras del Papa Francisco: “La familia es la primera escuela de los valores humanos”. Ustedes, en lo sencillo de la vida cotidiana, son los primeros educadores de sus hijos. Antes de que un niño aprenda a leer o a escribir, ya ha aprendido a mirar el mundo con los ojos que ustedes le ofrecen, a valorar lo que ustedes valoran, a confiar en aquello que ustedes confían.
San Marcelino Champagnat también bebió de esa fuente. En su hogar aprendió la fe sencilla, la solidaridad y el trabajo constante. Esa primera escuela marcó su corazón y se convirtió en el cimiento de su misión. De allí entendió que lo que verdaderamente transforma no son las palabras grandilocuentes, sino los gestos repetidos cada día: una oración compartida, una mesa en familia, la ayuda al necesitado.
Queridas familias, educar en valores maristas no significa tener todas las respuestas, sino ofrecer a los hijos un testimonio de vida coherente. Ellos aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. Si los hijos descubren que su hogar respira amor, fe y fraternidad, comprenderán que la fe es algo real, que transforma la vida.
Tal vez no podamos dar a nuestros hijos todo lo que el mundo ofrece, pero sí podemos darles lo más importante: un hogar donde se respira amor, respeto, fe y fraternidad. En un tiempo en que tantas voces llaman a la superficialidad, somos nosotros los que debemos invitarlos a mirar más allá.
Preguntémonos en la intimidad de nuestra oración:
- ¿Qué memoria espiritual estamos dejando a nuestros hijos?
- ¿En qué gestos concretos perciben ellos que Dios es parte de nuestra vida familiar?
- ¿Cómo podemos transmitirles el espíritu de familia que caracteriza a los maristas?
Queridas familias, no caminan solas. La comunidad educativa, los Hermanos y toda la gran familia marista estamos con ustedes. Como María, que acompañaba los primeros pasos de Jesús, también ustedes son custodios de la vida y de la fe de sus hijos.
Que su hogar sea siempre escuela de amor, de fe y de fraternidad. Que cada mesa compartida, cada oración sencilla, cada gesto de ternura, sea semilla de esperanza en sus hijos