Caminar con los más frágiles

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Redacción Provincial

Desde sus orígenes, la familia marista ha tenido clara una convicción: nuestra misión no tendría sentido sin una cercanía preferente hacia los niños y jóvenes más frágiles y vulnerables. San Marcelino Champagnat no fundó el Instituto para formar élites ni para sostener estructuras cómodas, sino para dar respuesta concreta a las necesidades de su tiempo: jóvenes sin educación, familias en dificultad, comunidades que no conocían el rostro cercano de Jesús.

Hoy, dos siglos después, este llamado sigue siendo actual y urgente. Vivimos en un mundo marcado por desigualdades profundas, donde muchos niños y jóvenes carecen de lo básico: educación de calidad, afecto, oportunidades, esperanza. Frente a esa realidad, el carisma marista nos interpela: caminar con los más frágiles no es una opción secundaria, es parte esencial de nuestra identidad.

Un principio evangélico y marista

Caminar con los más frágiles es una respuesta al Evangelio. Jesús mismo se identificó con los pequeños: “Lo que hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40).

San Marcelino entendió esta llamada con radicalidad. Caminaba horas para acompañar a un joven enfermo, vendía sus pertenencias para sostener la obra, insistía en que los Hermanos fueran a las aldeas olvidadas. Para él, cada niño y joven merecía descubrir que era amado por Dios, y ninguno debía quedar excluido.

Un desafío para nuestras comunidades

Caminar con los más frágiles hoy significa:

  • Revisar nuestras prioridades como comunidades educativas y pastorales: ¿estamos realmente abiertos a quienes más lo necesitan?
  • Formar en sensibilidad social: que nuestros alumnos, familias y colaboradores comprendan que ser marista es también comprometerse con la justicia y la solidaridad.
  • Acompañar realidades concretas: migrantes, comunidades rurales, niños en riesgo, jóvenes sin acceso a educación. No podemos quedarnos en discursos; debemos traducirlos en acciones.

Una espiritualidad de sencillez y servicio

Estar con los más frágiles nos ayuda a redescubrir la esencia del carisma: la sencillez que se acerca sin barreras, el espíritu de familia que incluye a todos, y el amor al trabajo que se entrega con generosidad. Vivir de esta manera es seguir los pasos de María, que se puso al servicio con humildad y se convirtió en la primera discípula de Jesús.

Mirar más allá desde los márgenes

Cuando acompañamos a los más frágiles, no solo damos, también recibimos. Ellos nos muestran otra manera de mirar la vida: con resiliencia, alegría sencilla y capacidad de compartir lo poco que tienen. Nos enseñan a mirar más allá de nuestras seguridades y a confiar en la providencia de Dios, como lo hizo Champagnat.

Caminar con los más frágiles no es un añadido a nuestra misión: es el corazón mismo del carisma marista. Allí donde hay un niño abandonado, un joven sin oportunidades, una familia que busca esperanza, allí debemos estar nosotros.

Pidamos a María, nuestra Buena Madre, que nos enseñe a tener sus ojos y su corazón: atentos a los pequeños, cercanos a los necesitados, disponibles siempre para servir. Solo así podremos seguir siendo fieles al sueño de Champagnat y a la misión que Dios nos confía

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