Vocaciones en camino: Champagnat, misión y corazón marista

Mari Naty Horga
Laica Marista vinculada

Desde la mesa de La Valla hasta las periferias del mundo: una vocación compartida con rostro marista.
La vocación del Hermano
Los Hermanos optan por un estado de vida reconocido como vida religiosa o vida consagrada. Y aportan su testimonio del seguimiento de Jesús a través de sus votos:
La opción del celibato, vivido en fraternidad, expresa el amor de Dios como comunidad de hermanos abiertos a todos.
La vida en pobreza manifiesta la libertad evangélica que supera el afán de posesión y se abre al servicio de los demás.
El compromiso de obediencia a Dios hace significativa la disponibilidad por el Reino.
La vocación del Laico Marista
Los Laicos Maristas aportan su forma específica de vivir el carisma marista.
El compromiso con las realidades del mundo les hace signos de Dios en los diferentes ambientes, y les capacita para descubrir las llamadas de Dios.
La vivencia del carisma marista desde la perspectiva de la mujer nos invita a todos a integrar en nuestras vidas elementos marianos como la ternura, el amor maternal y la atención a los detalles en nuestra experiencia cotidiana.
Marcelino Champagnat, inspiración de nuestra vida cristiana
Marcelino es nuestra inspiración para seguir a Jesús. En él encontramos un modelo de vida cristiana que nos conmueve, nos seduce y nos impulsa cada día a superarnos en el seguimiento del único Maestro.
La mesa de La Valla y la casa de L’Hermitage son símbolos que encarnan el don de Dios que nos transmite Marcelino, y siguen siendo para nosotros fuente de inspiración para recrear el carisma marista en nuestros días. Compartiendo el pan y construyendo una casa, sentimos que Marcelino nos invita hoy, también a nosotros, a ser comunidad para la misión.
Champagnat, que dedicó su vida a que los niños y jóvenes experimentaran el amor de Dios, es hoy un ejemplo que no sólo inspira a la familia marista. La Iglesia, al proclamarle santo, lo ha declarado modelo para todos los cristianos.
La intuición de Marcelino Champagnat sigue viva hoy en nosotros y es un regalo de Dios para el mundo. La misión marista está llamada a multiplicarse hasta que, en todas las diócesis del mundo, los niños y jóvenes saboreen la ternura de Dios.
Yo tengo el “corazón marista”
Queremos profundizar nuestro “ser marista” y encontrarnos, desde nuestra realidad personal, para compartir el don que hemos recibido de Marcelino Champagnat.
Queremos, «en torno a la misma mesa», compartir nuestras esperanzas, dificultades, dudas, sentimientos… como lo hacían los primeros hermanos en La Valla.
Queremos avanzar en la toma de conciencia del laicado marista, e impulsar la nueva relación de comunión entre hermanos y laicos para la vitalidad del carisma (XXI Capítulo General).