Los Mártires de Bugobe

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Redacción Provincial

El 31 de octubre de 1996, cuatro Hermanos Maristas —Servando Mayor, Miguel Ángel Isla, Fernando la Fuente y Julio Rodríguez— fueron asesinados en el campo de refugiados de Bugobe, Congo. Desde 1995, estos hermanos habían entregado su vida al servicio de los refugiados, brindando educación, asistencia espiritual y ayuda comunitaria.

Su misión fue un acto profundo de amor y fidelidad, no solo a Dios, sino a las personas que consideraban su nueva familia. Estos hermanos representaban la presencia marista en medio de una situación de gran sufrimiento, compartiendo el dolor, las frustraciones y las alegrías de los refugiados. A pesar del peligro y la incertidumbre, decidieron quedarse, guiados por su fe y la convicción de que su labor, aunque silenciosa, era vital para la comunidad.

Sus cartas y escritos muestran un profundo apego a los refugiados, con quienes compartían una vida marcada por la precariedad, pero también por la esperanza. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”, este versículo del Evangelio de Juan refleja el espíritu de los hermanos, quienes entregaron su vida sin dudarlo, dispuestos a seguir a Jesús hasta la cruz.

"La misión y entrega martirial de nuestros cuatro hermanos en Bugobe nos inspira hoy, a todos los maristas de Champagnat, a ir y permanecer fieles a la Buena Noticia de Jesucristo, ahí donde los niños y jóvenes más nos necesiten."

La decisión de quedarse en Bugobe, a pesar de la violencia inminente, fue una muestra de su fidelidad a la misión marista. Como relató el Hermano Jeff Crowe, “los hermanos habían vivido tan cerca de la gente que cualquier sugerencia de alejarse era casi una ofensa”.

Para ellos, el mayor regalo era estar con aquellos a quienes servían, viviendo la fraternidad hasta las últimas consecuencias.

Hoy, recordamos a estos hermanos mártires no solo como testigos de la fe, sino como ejemplos de compromiso y amor incondicional. Su vida es un llamado a todos los maristas a vivir con valentía y entrega, especialmente en situaciones de frontera y exclusión, siguiendo el legado de San Marcelino Champagnat.

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