Marcelino Champagnat y la devoción a nuestra Buena Madre
Las Constituciones de los Hermanos Maristas dicen: «Como la primera comunidad en Pentecostés, reconocemos entre nosotros a María. Su presencia nos convoca a vivir la fraternidad marista y nos ayuda a comprender que formamos la comunidad de Jesús. En torno a Ella, vamos construyendo una Iglesia con rostro mariano». (Constituciones 35).
La relación de Marcelino con María estaba profundamente marcada por una afectiva y total confianza en Ella, a quien veía como “Buena Madre”, porque suya era la obra que había emprendido. Él nos dejó escrito: Sin María no somos nada y con María lo tenemos todo, porque María tiene siempre a su adorable Hijo en sus brazos o en su corazón. Esta convicción lo acompañó a lo largo de toda su vida. Jesús y María eran el tesoro donde Marcelino había aprendido a poner su corazón. Esta íntima relación ayudó a modelar la dimensión mariana de nuestra espiritualidad. En nuestra tradición, la expresión “Recurso Ordinario” resume nuestra constante confianza en María. El lema Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús, atribuido a Champagnat por su biógrafo, recoge la relación estrecha que hay entre el Hijo y la madre, así como la actitud de confianza en María que tenía el fundador y que nosotros estamos llamados a imitar (Agua de la Roca, 25).