“¿Dónde están y quiénes son los jóvenes hoy?”
Provocaciones para el desarrollo de una renovada praxis hermenéutica.
Para los maristas, la pregunta por dónde están y quiénes son los jóvenes forma parte del humus que otorga sentido y dinamismo a la praxis pastoral y, aún más, al proceso evolutivo del don carismático que desde Marcelino Champagnat nos coloca junto los NNAJ[1] en cuya experiencia de vida, en la complejidad y misterio que la caracteriza, descubrimos el lugar teológico que nos revela de mejor manera las semillas del Reino.
No se trata, por tanto, de una pregunta planteada a la ligera, es decir de manera alegórica o como mero recurso didáctico. Todo lo contrario, se trata de una pregunta que, bajo la categoría dialógica, provoca, propone y desarrolla una cultura que consecuentemente se estructura de manera sistemática y sistémica. Es decir, a través de un ritmo continuo y evolutivo, articulado en estructuras que intencionadamente salen al encuentro de los NNAJ y hacen fluida la reflexión y la praxis pastoral. Los maristas hemos identificado esta cultura como “pedagogía de la presencia”.
Considerando la naturaleza de esta pregunta, me permito proponer una reflexión que considera un peligro que podemos correr en nuestra praxis pastoral, y que evidencia a mi entender la tarea aún pendiente de desarrollar una cultura de escucha de la experiencia de vida de los NNAJ y el diálogo con la comunidad cristiana marista. Se trata del peligro de la teorización sobre los NNAJ; que surge del desencuentro entre el mundo adulto y los mundos juveniles, el cual viene dado por el desconocimiento, la autojusticación y la falta de fe en ellas y ellos.
A este respecto, el Papa Francisco, haciendo eco del pasado sínodo de obispos de 2018 sobre los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, afirma que “en lugar de disponernos a escucharlos a fondo, «a veces predomina la tendencia a dar respuestas preconfeccionadas y recetas preparadas, sin dejar que las preguntas de los jóvenes se planteen con su novedad y sin aceptar su provocación». En cambio, cuando la Iglesia abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, porque «permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas»”[2]. Al mismo tiempo que pone en evidencia que “existe una pluralidad de mundos juveniles”[3] cuya naturaleza es imprescindible considerar.
La pregunta por dónde y quiénes son los jóvenes hoy requiere de nosotros una renovada actitud de escucha y, a mi entender, sobre todo una renovada praxis hermenéutica. El peligro de la teorización nos hace prestar solamente atención a descripciones teóricas generales y, porqué no decirlo, también a nuestros prejuicios o preconcepciones sobre los NNAJ, que no pocas veces concluyen en una retahíla de predisposiciones que hacen que nuestra praxis pastoral sea un terreno poco fértil para el anuncio de la Buena Nueva de Jesús.
Me parece que para el desarrollo de esta renovada praxis hermenéutica, a manera de un primer ejercicio de análisis teórico, es importante considerar la cultura digital, o la era digital, que caracteriza mayormente la experiencia de vida de los NNAJ dentro de un proceso amplio de cambio de época que se identifica con la revolución antropológica que ha tenido lugar a partir de la modernidad ilustrada. La misma ha llegado a nuestros días pasando por el extremo posmoderno, encontrándonos actualmente en lo que pareciera intuirse como síntesis oscilatoria que se intenta explicar con el concepto de metamodernidad. El giro antropológico de la modernidad ha colocado al ser humano, y la particular experiencia de vida, como parámetro de comprensión de la realidad, la cual adquirió un carácter autónomo, histórico y evolutivo particularmente a través de la ciencia. Esto permite identificar la subjetividad (el subjetivismo) como el elemento central que ha ocasionado una serie de transformaciones, particularmente extremados en la posmodernidad, en la manera como el ser humano se sitúa de frente a sí mismo, comprende la relación con los demás, percibe la realidad y en definitiva desarrolla el sentido de la vida.
El gran avance de las ICT[4] a partir de la mitad del siglo XX y su incursión acelerada en la vida ordinaria de las personas y sociedades ha creado en definitiva un mundo tecnológica, económica y culturalmente globalizado; que necesita ser comprendido a través de la pluralidad que en él se expresa, asumiendo sabiamente el vehículo lingüístico digital en el que mayormente tiene lugar la experiencia de vida del ser humano, particularmente de los jóvenes. En todo ello se denota una nueva clave hermenéutica, un nuevo paradigma necesario para la comprensión de la experiencia humana actual: una experiencia comprensivamente plural y lingüísticamente onlife[5].
La modernidad ha significado una serie de avances para el desarrollo de la vida humana en muchos aspectos. Pero también se evidencia en ella las notas nihilistas con las cuales no pocas veces se desarrolla hoy la vida. Particularmente merece atención la crisis de inmanencia que poco a poco y de manera silenciosa ha ido royendo el sentido de trascendencia y alteridad en el ser humano. Esto ha socavado las raíces que permiten el desarrollo del sentido proyectual de la vida que da lugar a la sensibilidad vocacional y, en definitiva, a la experiencia de la fe. Particular atención nos merece la experiencia de los jóvenes, nativos digitales, para quienes el mundo se presenta hoy con acendradas notas de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Ello porque en la experiencia onlife se desarrolla una concepción del tiempo fugaz y comprimido a un presente positivo, una percepción del espacio asimilado autorreferencialmente en la lógica algorítmica del complacimiento; todo lo cual ocasiona una experiencia de vida fragmentaria, anónima, y vocacionalmente despersonalizada: sin memoria.
Como es lógico, esta somera aproximación a la experiencia de vida del ser humano actual plantea la necesidad de desarrollar una mayor intencionalidad en los medios, experiencias y estructuras que nos permitan atender bondadosamente la experiencia de vida de los NNAJ concretos con quienes nos encontramos, y de esta manera enriquecer la clave hermenéutica aquí planteada que nos permita, entonces, desarrollar una pedagogía que ayude a educar a las nuevas generaciones en la integración de la experiencia caótica a través del desarrollo de la intuición. Es decir, a través de aquella chispa pedagógica que permita recuperar “lo humano”, haciendo experiencia de totalidad/Totalidad en el fragmento y coloca al joven frente a la verdad de sí mismo, a la trascendencia. A nivel local, esta es la tarea fundamental de los equipos de pastoral, aunque ciertamente lo es de todos los maristas de Champagnat.
[1] Niños, niñas, adolecentes y jóvenes.
[2] Christus vivit, 65
[3] Ibid, 68
[4] Tecnologías de la comunicación.
[5] El témino onlife ha sido desarrollado por el filósofo y profesor universitario italiano Luciano Floridi para describir la experiencia de vida, particularmente de los nativos digitales, caracterizada por la escaza diferencia entre el mundo virtual y el mundo real, y las consecuentes transformaciones espacio-temporales que ello conlleva. Puede consultarse su obra “La quarta rivoluzione. Come l’infosfera sta trasformando il mondo”, de la cual existe una versión en inglés.